jueves, 20 de mayo de 2010

14) TELÉFONO ROJO


Desde los sangrientos sucesos de San Agustín, el gobierno de los Estados Unidos fue retirando lenta y progresivamente todo su apoyo al argentino. A través de sus informantes infiltrados en las distintas esferas del poder, Washington comprendió que no existían proyectos de golpes militares factibles de ser apoyados ni proyectos políticos que solventar. Durante todo el proceso que siguió a la rebelión agustiniana los expertos del Norte se dedicaron pacientemente a observar y analizar la evolución del conflicto. A fines de noviembre, la gravedad de la crisis argentina radicaba en la posibilidad de que se tornara continental.

Fue entonces que el alto mando de las fuerzas armadas presentó un proyecto desesperado. Lo llamaron Happy Year por ser un proyecto de rápida ejecución y con un alto porcentaje de éxito. El plan consistía en un ataque masivo de la fuerza aérea sobre las masas que se cernían sobre la capital. Se utilizarían bombas sofisticadas como las Neutrinas, llamadas así por su alto poder destructivo, con un radio de acción de casi quinientos metros por proyectil.

A continuación, o casi al mismo tiempo, se producía un desembarco masivo de marines que impondrían el orden en el caos reinante después del bombardeo. Todo el operativo culminaría en tres días. El teléfono rojo no cesó de funcionar en esos días. El presidente ruso conocía a grandes rasgos las características del plan Happy Year y se oponía rotundamente a su utilización. Si bien en 1999 la estabilidad del poder mundial había sufrido un peligroso desequilibrio favorable a los norteamericanos, éstos estaban lejos de considerar la posibilidad de un conflicto mundial y menos aún cuando su propia base territorial se veía amenazada por graves conflictos.

La Argentina era un ghetto. Sin comercio exterior ni turismo, interrumpida la mayor parte de los vuelos internacionales y con un riguroso control de la información, se hallaba aislada del resto del mundo. Mientras el corazón de todos los humildes y desesperados de América leía atentamente las entrelíneas de diarios y noticieros, el destino de Buenos Aires y de la Argentina se decidía en los tableros de las grandes potencias mundiales.


Enrique Symns - “Invitación al abismo”

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