domingo, 23 de mayo de 2010

15) EL ASALTO

La noche del 16 de diciembre fue luego conocida como la Noche de las Antorchas: los combatientes iban circulando alrededor de las decenas de miles de fogones encendidos en el conurbano y prendían antorchas. Nadie fijó previamente la hora del ataque. Desde el sur se inició cerca de las tres de la madrugada, cuando a través de los accesos de La Boca y de Barracas los primeros grupos intentaron quebrar el vallado defensivo. En la General Paz el ataque se inició a las dos de la mañana. Un simultáneo alzamiento se produjo en todas las villas de la zona sur.

Algunos estudiosos sostienen la importancia de las radios clandestinas que mantenían informados a los distintos grupos sobre el accionar de los restantes. Hecho sumamente improbable, ya que estas radios habían sido interceptadas por el ejército y a través de ellas se emitían falsas noticias para amedrentar y confundir a los atacantes.

En las líneas defensivas ubicadas sobre los accesos a la ciudad se produjeron algunas ejecuciones sumarias de soldados que se negaban a disparar sobre la multitud.

Ese primer ataque fue rápido e imprevisto. Los oficiales responsables de las distintas líneas defensivas no podían salir de su asombro ante la actitud suicida de aquellos hombres que avanzaban directamente hacia la boca de los cañones y ametralladoras para hacerse matar. El loco plan de los invasores parecía consistir precisamente en sacrificar la vida de miles de atacantes mientras otros iban alcanzando las posiciones. En tres horas de combate, las fuerzas gubernamentales produjeron más de siete mil muertos y el doble de heridos.

Pero la condición de los sitiados en el amanecer del día 17 era desesperante. Un numeroso contingente se había infiltrado por la avenida Rivadavia y avanzaba hasta Liniers para tomar al enemigo entre dos flancos.

Mientras tanto, en La Boca se libraba la Batalla de Caminito, tal como la denominó el sociólogo francés Jacques Moncassin: “Allí, en el cuerpo a cuerpo de la infantería contra el pueblo, fue cuando la guerra se decidió. Los soldados, que tenían un mayor entrenamiento y que contaban con un armamento my superior, se negaron a rematar a sus enemigos. Fue en la Batalla de Caminito donde se inició la deserción masiva de efectivos militares. Los soldados se pasaban al otro bando”.

A las siete de la mañana despegaron los mortales Mingos de la fuerza aérea con la orden de bombardear a los invasores.


Enrique Symns - “Invitación al abismo”

jueves, 20 de mayo de 2010

14) TELÉFONO ROJO


Desde los sangrientos sucesos de San Agustín, el gobierno de los Estados Unidos fue retirando lenta y progresivamente todo su apoyo al argentino. A través de sus informantes infiltrados en las distintas esferas del poder, Washington comprendió que no existían proyectos de golpes militares factibles de ser apoyados ni proyectos políticos que solventar. Durante todo el proceso que siguió a la rebelión agustiniana los expertos del Norte se dedicaron pacientemente a observar y analizar la evolución del conflicto. A fines de noviembre, la gravedad de la crisis argentina radicaba en la posibilidad de que se tornara continental.

Fue entonces que el alto mando de las fuerzas armadas presentó un proyecto desesperado. Lo llamaron Happy Year por ser un proyecto de rápida ejecución y con un alto porcentaje de éxito. El plan consistía en un ataque masivo de la fuerza aérea sobre las masas que se cernían sobre la capital. Se utilizarían bombas sofisticadas como las Neutrinas, llamadas así por su alto poder destructivo, con un radio de acción de casi quinientos metros por proyectil.

A continuación, o casi al mismo tiempo, se producía un desembarco masivo de marines que impondrían el orden en el caos reinante después del bombardeo. Todo el operativo culminaría en tres días. El teléfono rojo no cesó de funcionar en esos días. El presidente ruso conocía a grandes rasgos las características del plan Happy Year y se oponía rotundamente a su utilización. Si bien en 1999 la estabilidad del poder mundial había sufrido un peligroso desequilibrio favorable a los norteamericanos, éstos estaban lejos de considerar la posibilidad de un conflicto mundial y menos aún cuando su propia base territorial se veía amenazada por graves conflictos.

La Argentina era un ghetto. Sin comercio exterior ni turismo, interrumpida la mayor parte de los vuelos internacionales y con un riguroso control de la información, se hallaba aislada del resto del mundo. Mientras el corazón de todos los humildes y desesperados de América leía atentamente las entrelíneas de diarios y noticieros, el destino de Buenos Aires y de la Argentina se decidía en los tableros de las grandes potencias mundiales.


Enrique Symns - “Invitación al abismo”