miércoles, 26 de diciembre de 2007

Un brindis entre piratas


Los viajeros sólo desean llegar y partir de los puertos, nunca permanecer. En los puertos, la vida suele ser bastante aburrida. Hay artistas, payasos y toda clase de juglares que intentan entretener a los marinos. Hay amoríos para acompañar la soledad y juegos de todo tipo para distraer la ansiedad.

Al atardecer o quizás en el amanecer de los sueños, el marino siempre vuelve a asomarse a esa mágica sensación de que la vida empieza al borde del abismo que separa los mundos. El mundo de los muertos que parecen vivir y el mundo de los vivos que simulan estar muertos.

La aventura el allá, más allá, en el Mar de Nunca Jamás en donde Alguien siempre sabe que es Nadie. Al marino no le interesan las noticias que circulan en la Tierra de Siempre. En esa tierra la realidad es solamente la moneda que anota el tesorero en el “haber” de la ausencia.

En esos términos parece que o nos vamos para siempre de esta comarca o para siempre le encontramos un buen atajo a nuestra locura.

Todos los días nos vemos obligados a escoger entre ser el guerrero-pirata-loco-extraterrestre o el lamemocos cotidiano que solo quiere casarse-tener hijos-jubilarse de la angustia-escribir el libro-alquilar el dpto-comprar marihuana para llenar de escombros su vacío.

Sí, por supuesto que es más cómodo viajar en silla de ruedas sobre la autopista de las emociones controladas. Es más cómodo que andar rengueando por caminos desconocidos. Nos proponen el asilo de la ortopedia a cambio de nuestro miedo a la oscuridad.

Este 31 de diciembre, uno de los días en donde el color gris alcanza su mayor brillantez, quizá sea bueno asomarse nuevamente a esa peligrosa escollera que se oculta más allá de nosotros mismos. Y voy a brindar con ustedes, mis amigos, para que esa noche nos encontremos en el espacio imaginario de los deseos.

Brindo por todos aquellos que insisten en desconocer el misterio de la existencia. Porque a las doce de la noche cierren los ojos y que cuando los vuelvan a abrir el escenario sea distinto y la obra maravillosa.

Brindo por los intrépidos que hoy están tristes, por los vagabundos que se creen perdidos, por los rebeldes que a veces creen resignarse, por todos los tímidos poseedores del secreto. Que se les cumplan los peores propósitos, que cometan las peores fechorías, que gocen en el peor momento, que sigan siendo polizones y que nunca saquen pasaje, que nunca los agarren, que siempre lleguen a tiempo, que si llegan tarde sea lo más, que si no parten es porque ya llegaron.

Brindo por mis invisibles amigos, los que creyendo saber saben que no creen, los que pudiendo querer no quieren poder, los que deseando vivir viven simplemente deseando.

Que funden su reino, que encuentren su magia, que hagan la fiesta, que amen su amor, que alguien los encuentre.

Y de no ser así, que el mundo se pudra en la pesadilla que nos sugieren.


Enrique Symns - “Invitación al abismo” (Editorial de la revista Cerdos & Peces Nº 7 – Diciembre 1986)