viernes, 22 de febrero de 2008

1) Síndrome Londrina

Londrina (golondrina, en castellano) era y es aún hoy una pequeña ciudad al suroeste del estado de San Pablo. Sus -en aquel entonces- cincuenta mil habitantes eran en su mayor parte trabajadores “golondrinas”, es decir, agricultores u obreros de la construcción que viajaban de una localidad a otra, siguiendo el viento de las temporadas. La población de Londrina estaba formada por un contingente de viajeros que por una causa o por otra decidieron convertir la ciudad en su residencia. La quiebra financiera internacional que estalló a fines de los 80 arrastró a los londrinenses (igual que a la mayoría de los braileños) a la más brutal de las miserias. No hubo antropólogos que se dedicaran a estudiar los motivos por los cuales el mayor escándalo de la historia delictiva del país se produjera justamente allí.

El 13 de diciembre de 1995, el hacendado Joao Gonzaga de Alves asentó una increíble denuncia en la ciudad de Assis (a pocos kilómetros de Londrina). Ante el escepticismo de los oficiales de guardia, Gonzaga de Alves relató que había sido secuestrado en su ciudad natal, Londrina, por un grupo de delincuentes, quienes desvalijaron su casa, cuatrearon su ganado, lo despojaron del dinero acumulado en su cuenta bancaria y le sustrajeron dos automóviles, además de otros valores. Al efectuar la denuncia en la delegación de Londrina, el anonadado ganadero, quien esperaba encontrar protección y aistencia, fue brutalmente golpeado por las fuerzas del orden. El trámite culminó con una concreta amenaza de muerte en el caso de que continuara esparciendo “falsos rumores sobre honestos ciudadanos”.

Gonzaga de Alves vivió una semana de pesadilla. Era vigilado por los vecinos día y noche, su teléfono estaba interceptado y habitualmente lo visitaban desconocidos que reiteraban las amenazas. Comprendió que era prisionero en su propia ciudad.

Astutamente, el ganadero simuló aceptar incondicionalmente las reglas de aquel cautiverio y, luego de un minucioso plan, el 12 de diciembre logró fugarse a la ciudad de Assis. No transcurrió mucho tiempo desde el momento que sus declaraciones fueron tomadas con incredulidad en la delegación de Assis hasta que se desató el escándalo. El 5 de enero de 1996 el presidente Brizzola ordenó una completa investigación. La ciudad de Londrina fue intervenida por autoridades federales y los resultados de la investigación destaparon un complot de vastos alcances. No sólo la policía de la ciudad sino también el alcalde, los concejales, comerciantes, profesionales, empleados del gobierno, conductores de transporte público y hasta simples obreros formaban parte de la organización criminal cuyas actividades abarcaban todos los rubros: pirateo del asfalto, tráfico de drogas, estafas, robos, falsas compras de equipamiento, secuestros extorsivos, etcétera. El juicio nunca culminó. Fueron detenidas y procesadas más de trecientas cincuenta personas, de las cuales terminaron condenadas con distintas penas cincuenta y seis de ellas. La prensa brasileña recibió la orden de silenciar el tema y las propias agencias imperiales se unieron al pacto de silencio.

Una leyenda popular de gran raigambre narra que Harfusch, alias El Libanés, sentado en una mesa del bar La Olla, en San Agustín -un pequeño pueblito de la provincia de Buenos Aires a pocos kilómetros de Coronel Pringles-, leyó una extensa nota publicada por el matutino Sur, aparecida el 15 de enero de ese año, sobre los acontecimientos de Londrina. Dicen que a raíz de esa lectura fue que ese día Harfusch tuvo la idea. El Síndrome Londrina, como una nueva enfermedad contagiosa, empezaba a extenderse

Enrique Symns - “Invitación al abismo”
El corazón del universo late aquí donde, por suerte, todo está perdido. Aquí la guerra ha terminado y el guerrero vencido puede descansar. Aquí la sabiduría no existe y el sabio puede ignorar. Aquí el amor s una carta que las miradas jamás se escriben. Aquí podés abandonar tu libreto porque el teatro está vacío. Aquí podés hacer dormir tus planes porque el vacío ilumina lo único que hay: nada.
Hace veinte mil millones de años que esto es así. El sistema solar es un campo de concentración nazi donde los planetas circulan atrapados por los grilletes de sus órbitas. Y el primer pez fue un asesino en cuanto tuvo hambre.
Estás aquí, donde todo te resulta gratis porque el sol se quema a sí mismo como un bonzo que se suicida por tristeza. Donde las sonrisas siempre terminan en puñaladas. Donde la noche miedosa deja corretear el misterio hasta que la maldición del día lo ilumina con sus preguntas.
Aquí, donde los locos han esposado esposas al esposo, donde han madreado hijos para padrearlos, donde envejecen niños para que adulteen; en este colegio de atrasados mentales, donde el ángel aprende a leer y escribir las leyes que prohiben volar.
Aquí, amigo, donde compartimos lo que nos robamos, donde mentimos lo que ignoramos. Hacia aquí venimos. Donde no esperamos a nadie ni nadie nos vendrá a buscar.
Aquí, donde vos sos el único brillo que nadie podrá percibir.

Enrique Symns - “Invitación al abismo”

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Así comienza, en el libro "Invitación al abismo", el capítulo titulado "El odio es una pistola fría".

Allí, entre otros artículos, se puede leer una selección de episodios del folletín "1999: el asalto a Buenos Aires", publicado originalmente en el diario "Sur" entre el 15 de junio y el 4 de agosto de 1988.

A partir de aquí, publicaré esos textos, manteniendo el orden en que aparecen en el libro.