sábado, 23 de enero de 2010

11) LA HORDA


El maremoto humano que comenzó a avanzar hacia la ciudad de Buenos Aires tuvo su centro de mayor densidad en la región conformada por Formosa, Chaco y Misiones. Las "Hordas de Atila" -como las definió un titular del diario La Nación el 2 de octubre de 1999- se movilizaban ameboidalmente, separándose y volviéndose a unir, siempre engrosando la masa de su protoplasma humano.

Según cálculos realizados por la Fuerza Aérea, tres grandes grupos avanzaban desde el Norte y cada uno de ellos incorporaba a su núcleo un promedio de mil quinientas personas por jornada. La velocidad media del monstruo se veía retardada cada vez que atravesaba alguna ciudad más o menos importante: un verdadero carnaval se desataba en cada uno de esos arribos. Las fiestas callejeras, que en ocasiones duraban dos o tres noches con sus días, iban desgastando el poder del avance. El carnaval no estaba desprovisto de violencia, ya que los saqueos, atentados y violaciones se sucedían continuamente. Las evacuaciones masivas comenzaron a producirse a medida que los rumores de violencia y saqueo antecedían a la horda. Principalmente funcionarios,
agentes policiales, sacerdotes y comerciantes constituyeron la aterrada avanzada de la avalancha.

Este ademán descontrolado de los sectores más marginales de la gran marea humana, sin embargo, fue pronto sofocado por la presencia ejemplar de una multitud de pequeños líderes que comenzaron a dirigir y controlar la furia de los festejos.

La primera resistencia institucional fue planteada por la inteligencia del Estado. En lugar de ataques sucesivos se optó por un enfrentamiento que destruyera el avance y que, al mismo tiempo, fuera ejemplar y disuadiera otros intentos posteriores.

La ciudad de Córdoba fue elegida como el punto de choque: el Tercer Cuerpo de Ejército fue encargado de ejecutar el ejemplar castigo.

Todo el mortífero poder de la guerra fue preparado para detener la marabunta.

La propaganda, eficazmente dirigida sobre la población, desató una ola de terror entre los cordobeses. Millares de voluntarios se presentaron y fueron alistados para defender la ciudad.

El 15 de octubre de 1999, un ejército de más de cien mil desharrapados se cirnió como una sombra sobre las fronteras de la provincia de Córdoba.

El avance se detuvo. Las radios clandestinas transmitieron desesperados mensajes aconsejando a la multitud que retrocediera.

La caótica masa de invasores recibía órdenes y contraórdenes hasta que, sin que se sepa aún hoy cómo fue que se decidió, en la noche del 18 de octubre se inició la invasión.




Enrique Symns - “Invitación al abismo”

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