Sin considerar el real calibre del enemigo a enfrentar, el 6 de octubre de 1998 el grupo de cincuenta comandos partió a cumplir con su misión. Además de los experimentados combatientes llevaban dos carros de asalto, ametralladoras pesadas y los nuevos fusiles M46, popularmente denominados Terminador ya que disparaban por un sistema de microcomputación casi sin participación del tirador. El Ejército Constitucional Federativo -más conocido como los “Pumas de Acero”- entró triunfalmente en Coronel Pringles. Los efectivos militares recibieron una bienvenida fría y distante de los lugareños.

El 8 de octubre partieron hacia San Agustín, distante apenas 13 kilómetros de Pringles. Nunca llegaron a destino. A cuatro kilómetros de San Agustín, en una curva conocida como “la Curva del Zorro”, cayeron en una trampa casi infantil, pero eficaz por lo inesperada. La prensa internacional la llamó “La Batalla de los Treinta Minutos”. Los paisanos, simplemente “La Guerra del Zorro”. Unas vacas atravesando la ruta detuvieron la caravana. Los árboles, los arbustos inventados y las fosas cavadas junto al camino sirvieron de refugio a una multitud de paisanos, hombres de campo y comerciantes que ese día trabajaron de francotiradores. La batalla duró menos de treinta minutos. En los primeros cinco, la mitad de los efectivos militares fue eliminada, antes de que se produjera alguna reacción.
El New York Times afirmaría unos días después que el armamento utilizado por los paisanos provenía de Honduras y que los francotiradores usaron las ametralladoras Rascolnikoff 12 de origen soviético. Salvador Aón, lugarteniente de Harfusch, declaró a la prensa: “Usamos los chumbos y metras que afanamos de comisarías y cuarteles”. Lo cierto fue que treinta minutos después de disparado el primer tiro, los Pumas de Acero se rindieron. Quedaban con vida apenas once soldados. Los paisanos acusaron dieciocho muertos y veintitrés heridos. Los prisioneros fueron alojados en el Hotel San Agustín.
El escándalo internacional no pudo evitarse. Desde Buenos Aires a La Quiaca, desde Bolivia hasta Mozambique, la Guerra del Zorro fue motivo de polémica para toda la humanidad. Los ojos del mundo enfocaron San Agustín.
Enrique Symns - “Invitación al abismo”