El problema más grave para el gobierno nacional continuaba siendo la invasión desordenada de cabecitas negras que el hambre y la desocupación arrastraba en oleadas cada vez más notorias hacia el Gran Buenos Aires, aumentando la población lumpenal y, por tanto acrecentando el poder de las pandillas que día tras día iban aumentando su poder en las zonas marginales de la ciudad. Las campañas publicitarias que continuamente se realizaban tratando de retener a los pobladores del interior en sus ciudades y pueblos de origen no daban ningún resultado.
A fines del año 1998, el gobierno se decidió por crear una invisible frontera alrededor de la Capital Federal. Los pasajes a Buenos Aires se vendían sólo con permisos especiales que debían estar autorizados por los municipios. Se realizaban estrictos controles en aeropuertos, estaciones y terminales de ómnibus. Después de reprimir algunos incidentes aislados, el sistema de control pareció demostrar su ineficacia. La teoría de los dos países quedó dibujada sobre el mapa de la Argentina.
Pero el 17 de septiembre de 1999 un tren proveniente de Tucumán fue asaltado por una turba de desocupados, poco después de partir de la ciudad de San Miguel. Más de mil polizones, armados con palos y navajas, se diseminaron por los vagones, asaltaron las bodegas del salón comedor y tomaron el poder del tren. Fue una noche de jolgorio y de aventura para aquellas mil almas que jamás habían conocido otro placer que el de evadir continuamente el sufrimiento.
El tren fue detenido en Grand Bourg, a pocos kilómetros de la estación Retiro, su destino final. La orden era estricta: los mil polizones debían ser detenidos y regresados a Tucumán. La policía provincial que efectuó el procedimiento intentó parlamentar con los pasajeros ilegales pero el exceso de alcohol, así como la ansiedad de entrar en la ciudad que ya tenían al alcance de la mano, desató la violencia.
Los primeros enfrentamientos fueron con palos y balas de goma; en ese combate, las fuerzas del orden llevaron la peor parte. De inmediato se produjo el tiroteo. La multitud fue virtualmente fusilada, dentro y fuera de los vagones. En esa trágica jornada murieron veintisiete civiles y cuatro agentes del orden.
Para el sociólogo francés Jacques Moncassin, “el incidente del Tren de la Muerte puede ser considerado como el hecho histórico que marca el inicio del asalto a Buenos Aires. Si bien los argentinos estaban acostumbrados a los hechos de violencia, los asesinatos y las represiones descontroladas, el Tren de la Muerte les hizo tomar conciencia de esa frontera invisible que los separaba. La migración clandestina había tenido como causa el hambre; la avalancha que sobrevendría estaba generada por el odio”.
La computadora Osiris I recogió voces provenientes desde todos los rincones del país. En todas partes se hablaba de lo mismo. Como en una pesadilla, en cada pueblo y cada aldea, en cada bar y cada calle, se escuchaba la misma orden: “¡A Buenos Aires! ¡A Buenos Aires!”.
Las fotos satelitales registradas el 25 de septiembre ya identificaban a las primeras compactas multitudes que comenzaban a formarse.
Enrique Symns - “Invitación al abismo”
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1 comentario:
como un cuento...
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