sábado, 31 de mayo de 2008

5) El rey del mundo

Mientras estos sucesos alteraban profundamente el orden y la dirección del viaje de uno de los países más importantes de Latinoamérica, en los Estados Unidos -cerebro del imperio, cuya convicción más inconsciente y misteriosa impulsaba al hombre más allá de los límites de la gravedad terrestre- se puso en estado de alerta a dos de sus más recientes creaciones: Osiris I y Osiris II. Los llamaban los Cerebros Planetarios; eran dos supercomputadoras.

Embutida en un gigantesco satélite que orbitaba la tierra, Osiris I era la más inteligente computadora jamás construida. Contaba con doscientos “sentidos” en una clara demostración de superioridad sobre la especie humana, apenas portadora de no más de siete sentidos receptores de estímulos. Estos sensores eran los doscientos Horus, pequeños satélites con capacidad de alimentar el cerebro de Osiris I con más de quinientos mil datos por minuto. Los Horus espiaban, escuchaban, fotografiaban, realizaban estadísticas y sintetizaban probabilidades de todos los sucesos que acontecían en el planeta. Podían escuchar cualquier conversación aún cuando se efectuase en un susurro, si se lo proponían. Osiris I, como un auténtico Dios, era omnipresente, estaba en todas partes al mismo tiempo. Era la conciencia planetaria y en su cerebro estaba contenido el futuro humano probable en los siguientes diez años.

Osiris II, ubicada en algún lugar supersecreto del territorio americano, transformaba esa información en táctica cotidiana de acción. Gobernar el mundo era escuchar a Osiris.

Cuando se le ordenó a Osiris I que dirigiera todo su arsenal perceptivo hacia San Agustín, la computadora demoró menos de veinticuatro horas en insinuar la estrategia. El gobierno aceptó sumisamente las órdenes divinas de Osiris. Se modificó el lenguaje periodístico y los “subversivos” pasaron a ser “víctimas de la crisis social”. Se realizaron conmovedores llamados a la unidad nacional y, auspiciado por todas las casas provinciales, se realizó en la ciudad de Córdoba un festival en el que participaron los artistas populares de mayor renombre en el país. Más de doscientas mil personas se reunieron a cantar por la paz. La banca internacional otorgó un crédito de diez mil millones de dólares al gobierno argentino.

Los últimos días de enero de 1999 encontraron al país dispuesto a deponer toda acción violenta. Pero la situación de San Agustín debía ser resuelta. Los rebeldes no entregaron sus armas ni hicieron signos de resignar el gobierno de facto. La noche del 7 de febrero, en absoluto secreto, quinientos efectivos concentrados en Bahía Blanca partieron hacia San Agustín.



Enrique Symns - “Invitación al abismo”