martes, 29 de junio de 2010

17) ¿QUIÉN GOBIERNA?

El 17 de diciembre fue un día de tregua, aunque no de quietud. Mientras los invasores continuaban atravesando las barreras y controles defensivos, el ejército y la infantería de marina retrocedían hasta los límites mismos de la Capital Federal preparándose para un combate definitivo.

“El bombardeo a Buenos Aires” fue titular de todos los diarios importantes del mundo y los comentarios editoriales, por primera vez, ponían al tanto a los lectores sobre lo terminal de la situación. El destino de Latinoamérica estaba jugándose en las calles de la capital argentina. Los efectos de los bombardeos fueron devastadores. Miles de heridos y mutilados agonizaban en las calles sin que la Cruz Roja ni los improvisados grupos sanitarios dieran abasto para intentar socorrerlos. La falta de medicamentos indispensables, de ambulancias y de otros equipamientos fue causante a lo largo de esa semana de centenares de muertes innecesarias. El shock para la fuerza aérea se hizo evidente ese mismo día. Los pilotos responsables del bombardeo sufrieron profundas alteraciones mentales y el resto de los integrantes de la fuerza se negó a masacrar a la población y mucho más a dejar caer sus mortíferas bombas sobre la propia ciudad.



Buenos Aires era una cuadrícula humeante y las primeras ruinas creadas por la guerra ya se podían observar en La Boca, Liniers y algunos puntos aislados. La policía federal había sido prácticamente derrotada en la sórdida lucha con los elementos del hampa. La mayoría de los agentes del orden abandonaron sus puestos y se unieron a las bandas.

Un pequeño ejército de malhechores recorría la ciudad con patrulleros y armas pesadas.

En la tarde del 17 de diciembre de 1999, el gobierno presentó su renuncia. Según Roger Philips, autor de Argentina, la marabunta de la historia, “esa noche partieron dos aviones colmados de funcionarios, militares de alto rango y otras figuras de la administración pública que huían de la venganza popular que se avecinaba. La Argentina quedó descerebrada y fue el primer caso de un país en toda la historia de Occidente que quedó acéfalo de gobierno”.

Un grupo de oficiales, que conservó cautelosamente su anonimato, se comunicó con la población a través de radios y periódicos para hacerse cargo de la defensa de la ciudad “hasta que la democracia se reconstituya”. Fue una lluvia de verano. Duró hasta el amanecer del día 18. La ciudad no era de nadie.

Enrique Symns - “Invitación al abismo”

viernes, 18 de junio de 2010

16) MATANZA DESDE EL AIRE

La única experiencia en bombardeos aéreos con que contaban los porteños en toda su historia se había producido en el mes de junio de 1955, cuando algunos aviones de la marina bombardearon la Plaza de Mayo.

Pero la fuerza aérea no había sido responsable de aquel cruento episodio. La Guerra de las Malvinas (1982) les había conferido un enorme prestigio incluso internacional y hasta un curioso respeto popular. Ahora se veían compelidos a utilizar sus mortíferos aviones para arrasar camionetas y hombres armados con palos de escoba.

La primera tanda de tres Mingos partió a las siete desde El Palomar. Portaban misiles Rainbow, bombas incendiarias de alcance restringido y ametralladoras con balas trazadoras. Los aviones realizaron dos pasadas rasantes sobre la avenida General Paz. El piloto Ricardo Ambrosi, que desertó y aterrizó en Uruguay, declaró a la prensa internacional: “Era impresionante, se veía gente hasta el horizonte. Eso era todo el pueblo. ¿Contra quién estábamos peleando? ¿Contra todo el pueblo?”.

Los otros dos mingos descargaron su arsenal sobre la muchedumbre. Mas que la matanza, el terror lo produjo el sonido y el color de las explosiones. Aquellas gentes nunca habían escuchado ni remotamente semejante calidad e intensidad sonora; el síndrome de bombardeo se propagó, el aturdimiento y la locura momentánea hicieron presa de las masas.

A las ocho partieron otros doce Mingos en distintas direcciones y atacaron las columnas invasoras en sus puntos neurálgicos de concentración, desatando un caos incontenible. Decenas de miles de personas fueron fulminadas en apenas dos horas de bombardeos.

Increíblemente, la marabunta, como un organismo indestructible que se recompone una y otra vez, continuaba avanzando, pasando por encima de los muertos y mutilados.
La palabra “venganza” se convirtió en el mantra mágico que les restauraba energía para continuar avanzando.

En el comando central, ubicado en un lugar de la ciudad que hasta hoy se ignora, se consideró positivo el resultado de la media docena de bombardeos realizados a lo largo de aquella jornada. Cálculos arbitrarios hablaban de doscientas cincuenta mil bajas, entre muertos y heridos. La aviación era indudablemente el arma más eficaz para derrotar a la horda. Sin embargo, su accionar tenía un límite y ya había sido rebasado. Más de medio millón de combatientes habían conseguido quebrar las líneas defensivas y estaban ingresando en la ciudad. La decisión entonces era si se bombardeaba o no se bombardeaba el centro de la ciudad.


Enrique Symns - “Invitación al abismo”
Fotos originales: 1 y 2