jueves, 24 de enero de 2008

Los Microdioses

Por William Borroughs

Durante miles de años el hombre ignoró la existencia de los virus. Aquellos individuos que a través de los tiempos sospechaban la verdad, intentaron investigarla y dejar algún testimonio, fueron considerados poetas, farsantes, locos o místicos. Fue en el transcurso de la década del 90 que las sospechas pudieron ser confirmadas. Los virus quedaron expuestos a la mirada del hombre.

Espionaje celular

Fue a mediados de la década del 30, gracias a la invención del microscopio electrónico, que pudo realizarse una visualización directa del mayor enemigo de la vida terrestre: los virus. El microscopio electrónico cumplió la misma función que los grandes telescopios modernos: el hombre pudo explorar las galaxias microscópicas distantes a millones de años luz dentro de su propio cuerpo.

Una definición muy conservadora de los virus en aquella época fue la del primer gran experto en el tema, el doctor E. H. Cricks: "Los virus forman una línea divisoria entre el estado vivo y el estado muerto". Expresado en términos más simples, no están ni vivos ni muertos, tienen una estructura inanimada y una conducta animada.

Los legendarios "extraterrestres" anunciados por la ciencia ficción y los populares ovnis difundidos por el esoterismo y por los mitos de distintos pueblos existían, pero eran microscópicos, cientos de veces más pequeños que una célula. Sus estructuras geométricas, icosaédricas y heliocoidales, sus desplazamientos cuasimatemáticos; sus sistemas de acoplamiento, fueron conformando la imagen de una "cápsula espacial".

Estos misteriosos navegantes se introdujeron en las células de un macromundo, probablemente sin distinguir la naturaleza de los huéspedes a los que sólo estudiaban con la intención de imitar su estructura celular. Fue denominado por los expertos "la batalla de las proteínas".

Recién en el año 1994, el doctor Besançon pudo confirmar experimentalmente lo que hasta ese momento eran sólo conjeturas teóricas: la existencia del virus hipotalámico, un auténtico laboratorio montado en la corteza cerebral humana. La función de estos virus consistía en segregar la sustancia denominada "imagen oral" o también "palabras visuales". Este descubrimiento desató la competencia más despiadada entre los principales laboratorios del primer mundo para encontrar una vacuna capaz de neutralizar esta peste. La peste más peligrosa de toda la historia humana, más mortal que la peste negra o el sida.

Los "palabrófagos" que circularon en los laboratorios de Alemania no hicieron más que incentivar la conducta destructiva de los virus.

El trabajo del virus hipotalámico consistía en analizar las sustancias químicas producidas por el pensamiento humano y transformarlas en una invisible baba de palabras que cegaban la percepción del huésped. Los hombres dejaron de ver el mundo para ver sólo palabras: botella, cielo, casa. Pero esa baba de palabras (el mítico maya de los hindúes) no sólo servía para enceguecer al hombre sino que, además, era utilizada por los invasores como pantalla para proyectar su mandato.

¿Quiénes son?

Los actuales adelantos técnicos, especialmente los sondeos láser y la holografía microscópica, nos permiten hoy tener un identikit bastante aproximado del enemigo.

El análisis láser realizado por el equipo del doctor Andrés Loff sobre los muebles y las paredes de un cuarto permitió dibujar la invisible estrategia del invasor. La estructura geométrica de las construcciones humanas, tanto en los microobjetos como en la ciudad que es la mayor de sus elaboraciones, hizo comprender a los investigadores que desde hace miles de años el hombre ha estado reproduciendo el paisaje de otro mundo.

Según el experto en cibervirus A. W. Watson, "el sometimiento de la especie humana fue realizado probablemente en tres etapas, y en cada una de ellas el intenso dolor que provocaba la manipulación era calmado mediante la utilización de una anestesia adaptativa, que iba provocando en el huésped adicción química y placer sensorial".

Las palabras "evolución" o "cultura" funcionan actualmente en la trama virósica como ilusiones lumínicas. El dolor no desapareció totalmente, se transformó en malestar.

En la primera etapa, cuando se produjo la invasión, fue insertado en el hipotálamo lo que en la década del 70 denominé Mente Reactiva. Escribí: "Situado detrás del cerebro, el hipotálamo es el centro regulador del sistema nervioso autónomo, que controla los procesos corporales y el metabolismo. El hipotálamo es, sin duda, el punto de intersección neurológica donde fue instalada la Mente Reactiva. Este mecanismo puede describirse como un centro regulador artificialmente construido que se inserta sobre el centro regulador natural. La Mente Reactiva es muy antigua, anterior a todas las lenguas modernas, y sin embargo se manifiesta a través de todas ellas. Este sistema simbólico insertado cumple la función de recibir órdenes contenidas en las palabras y en las imágenes. La orden que se recibe hay que cumplirla a consecuencia de haber nacido. Estas órdenes están basadas en tres proposiciones básicas:

a) buscar alimento;

b) buscar refugio;

c) buscar satisfacción sexual.

Estas órdenes fueron luego enfrentadas a su par opuesto:

a) ser generoso;

b) salir a explorar;

c) amar al prójimo.

Las órdenes son imposibles de cumplir y, cuando el sujeto reacciona contra ellas, la reacción activa con más fuerza el control.

Para poder luchar contra esta Mente Reactiva debemos conocerla, alcanzar la fuente original desde donde manan las palabras y las imágenes; pero quienes utilizan estos instrumentos de control tratan de impedir toda investigación".

Dice el doctor Watterson: "Los invasores microvirósicos dominaron el grito animal introduciendo un código de órdenes interceptoras electromagnéticas, que fueron las consonantes. La función denominada 'razón' fue programada en la segunda etapa. Esta 'radio' de otro mundo comenzó a sincronizar los movimientos humanos en todo el planeta. Podríamos decir que en el pasaje que hubo de la cultura griega a la romana se logró la robotización del hombre. La tercera etapa se inicia en el siglo XX. La electricidad fue el instrumento más poderosamente destructor que lograron imponer. Si la imprenta había logrado difundir el código del invasor, éste no alcanzaba para contagiar a toda la especie. Los aparatos eléctricos uniformaron la comprensión y paralizaron al huésped".

El poder del odio

Ellos somos nosotros. Pero, ¿qué es lo que de nosotros aún no es Ellos?

Para que cumpliera su función, el impulso del huésped debía conservar un cierto grado de libertad reflexiva, de inteligencia optativa. Con el transcurrir de todo este proceso milenario, esa mínima independencia fue creando en el huésped una zona marginal y autónoma: aunque parezca imposible, este animal lobotomizado descubrió la existencia del invasor y lo odió.

El odio es una sustancia química incompatible de ser replicada por el virus. Sus jeringas mentales no pudieron penetrar esas corrientes de odio animal que mañana quizás sean capaces de quemar el paisaje de otro mundo.

Las bases de operaciones instaladas en la espina dorsal, el cerebro, el aparato respiratorio y los órganos sexuales han acelerado en estas décadas la producción de enfermedades, y éstas son el signo de que se prepara la ocupación final del territorio.

Este mundo no nos pertenece. Debemos abandonarlo. El trabajo es todos los días. Interceptar las cadenas asociativas. Disociar el sentido planificado de los actos. La serpiente de la espina dorsal se replegará hasta invertir su proyecto. Volvamos a los pantanos.


Enrique Symns - “Invitación al abismo”